15 de Mayo, 2025

Entre turnos y desamparo: el caos cotidiano en el sistema de salud dominicano

MS
Por Mariol Sosa

Hace poco he tenido que visitar varios médicos con mi hijo menor, incluyendo un neurólogo pediátrico. Estas consultas, que en teoría deberían ser experiencias de acompañamiento y búsqueda de soluciones, terminaron convirtiéndose en una lección dolorosa sobre lo que viven cientos de padres cada semana en nuestro sistema de salud. En este texto comparto cuatro momentos reales que evidencian distintas fallas del sistema: la espera deshumanizante, los cobros sin control, la falta de protocolos y el abandono institucional. Experiencias distintas, pero unidas por la misma frustración: la sensación de que la salud, en nuestro país, no siempre está pensada para el paciente.


En teoría, muchos consultorios privados funcionan bajo un sistema de citas previas, lo que sugiere orden, planificación y respeto al tiempo del paciente. Pero en la práctica, al llegar, te informan que los pacientes serán atendidos por orden de llegada. Eso obliga a familias enteras —muchas desde provincias lejanas— a salir de sus casas en la madrugada para alcanzar un turno decente. Algunos llegan desde las 3:00 a.m. con niños que tienen condiciones neurológicas, motoras o del desarrollo, y deben esperar horas en una sala abarrotada.


Durante nuestra espera para los resultados, presencié una escena que todavía me duele recordar. Eran alrededor de las 10:30 a. m. cuando un niño —acompañado de su padre y su abuela— comenzó a desesperarse. Nos contaron que habían salido de su casa a las 3:00 de la madrugada.
El niño se golpeaba, gritaba, caminaba en círculos. La abuela intentaba contenerlo; el padre, calmarlo. Pero él ya no podía más.


Otros niños comenzaron a llorar. Los padres, a inquietarse. La sala se volvió un caos. En voz alta, dije: “¿Qué cuesta trabajar con citas reales, como lo hace cualquier otro profesional?”
Y el murmullo de aprobación fue general.


No estoy en contra del cobro de honorarios —todo lo contrario. Creo firmemente que cada profesión debe ser justamente remunerada. Entiendo perfectamente que un especialista cobre RD$3,000 por revisar resultados y pautar tratamiento, incluso después de haber cobrado RD$3,000 en la primera consulta.


Lo que no debería estar incluido en el “paquete” es el desorden, la espera interminable ni el trato despersonalizado. Y mucho menos si estamos hablando de salud. Y muchísimo menos si se trata de salud infantil.


La salud como negocio: cirugía con precio paralelo


Otra realidad alarmante es lo que pasa cuando un médico te dice que la cirugía “pasa por el seguro”, pero que debes buscar RD$300,000 adicionales para los honorarios: RD$100,000 para el cirujano, RD$100,000 para el anestesiólogo y RD$100,000 para el ayudante. Todo esto, sin factura, sin desglose, sin control. Un sistema que debería aliviar, termina asfixiando.


Emergencias sin protocolos: el caso de mi hijo


Mi hijo mayor, es atleta de natación. Hace unas semanas, se cayó de una bicicleta y se golpeó el hombro. Lo llevamos a emergencia, donde pasamos horas esperando. Finalmente lo atendieron, le suturaron la barbilla y aplicaron el protocolo básico de caídas, incluyendo una placa para descartar fracturas. A simple vista, parecía que todo estaba bajo control.


Pero semanas después, el fisiatra —por suerte independiente de las grandes clínicas— le diagnosticó una lesión en el labrum, una estructura vital para el movimiento del hombro. Fue entonces cuando entendimos que el protocolo seguido fue incompleto. El fisiatra cuestionó por qué no se consideró su condición de atleta ni se ordenaron estudios más específicos.


No existen protocolos diferenciados para atletas, ni criterio clínico que anticipe posibles lesiones más allá de lo evidente. Y eso, en medicina, se paga con tiempo, dinero y riesgo innecesario.


Mientras tanto, el sector público está en paro… otra vez


Y como si todo esto fuera poco, el sector público vive en huelga constante. Los gremios hacen paros sin contemplación por quienes dependen de ellos. Millones quedan sin atención, sin citas, sin medicamentos. Nadie responde. Nadie indemniza. Nadie reestructura el sistema.


¿Quién no conoce a alguien que fue a una clínica un viernes en la noche con dolor en el pecho, y fue despachado porque “no hay cardiólogo”? ¿Quién no ha escuchado de alguien que fue enviado a su casa con una receta, para fallecer al día siguiente por un infarto mal diagnosticado? Ya no son historias aisladas. Son síntomas de un sistema en ruinas.


¿Y ahora qué?


Este no es un texto escrito con rabia. Es un llamado a la reflexión.


Como abogada, entiendo que cada sistema tiene reglas. Como madre, sé que la salud de un hijo no espera.


Como ciudadana, exijo lo básico: respeto, orden, ética, empatía.


No se trata de gratuidad, ni siquiera de eficiencia perfecta. Se trata de dignidad.


Y, tristemente, en nuestro sistema de salud dominicano, la dignidad se paga por turno… si alcanzas uno.

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